Es un videojuego muy adictivo. Una producción independiente que funciona a la perfección, en buena parte porque se basa en una idea bastante simple. ¿Cómo explicarlo? Pues por un lado están los aldeanos y por otro los monstruos. Como siempre, los segundos están por la labor de matar al mayor número posible de los primeros. Nuestra misión consiste en construir extrañas torres que hagan puntería en los monstruos cuando ataquen el poblado. Y en esto se fundamenta el videojuego, más o menos.
Nuestra misión consiste en gestionar los recursos económicos para construir una buena defensa en el poblado. Al fin y al cabo, los monstruos deben seguir siempre la misma ruta para llegar hasta los habitantes. Podremos usar el oro de los impuestos para mejorar las torres de defensa o construir otras nuevas. Dotado de unos enemigos bien realizados (es una pena que se repitan tanto a lo largo del juego) que van evolucionando en resistencia y velocidad hasta convertirse en unos auténticos hijos de mala madre, tendremos que plantarles cara con cuatro tipos de torres diferentes, una trampa de juego y, a partir del tercer nivel, una globo desde el que lanzar bombas a los enemigos.
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